He visitado Pedro Roca varias veces y he probado sus diferentes propuestas, menú y carta. Sin duda hay mucho oficio de cocinero detrás y si tengo que describir sus platos destacaría el protagonismo del producto y su tamaño, muy "a la asturiana", no frecuente en la cocina de este estilo. Unido todo eso parece que se tiene que salir a gusto de un sitio así y yo no voy a negar que he salido satisfecho siempre que he ido, pero... Sí, porque hay un pero.
No puedo explicar qué es, seguramente no será un aspecto puntual, no tengo queja concreta sobre la comida. Y sin embargo salgo con la impresión de que aquello tenía que haber dado más de sí.
No entraré en demasiados detalles sobre los platos. Los artículos de esta serie no quiero que sean así, quiero que reflejen mi sensación. Nada de guías, puntuaciones o análisis empresariales, sólo vivencias. No me parece justo juzgar por una visita aislada, ni para bien ni para mal.
Este pasado agosto elegí el menú plaza de abastos, un menú degustación variado, abundante y condicionado por la disponibilidad de los ingredientes. Vuelvo a insistir en que las elaboraciones son buenas, quizá las presentaciones son algo frías, con el producto muy desnudo en platos tan grandes, pero eso no altera su calidad.
Tampoco hay tachas a la variedad, platos más frescos y ligeros y otros más contundentes, bien ejecutados y al ritmo adecuado, incluso con opción a pausa si el comensal lo desea (son conscientes de la abundancia, seguramente, o dan tregua a los fumadores para salir).
Respecto al servicio nunca repitió el mismo personal
en mis visitas así que es variable. Más serio o más informal pero bastante acoplado con la cocina. Tampoco diría que ahí noto fallos.
Los puntos de carnes y pescados están bien conseguidos, prueba de la experiencia en los fogones, y refuerzan el respeto al producto que rige estos menús. Esto destaca especialmente en los pescados, donde la textura de cada uno es reconocible en cualquier preparación.
Si siguiese sólo con la descripción de platos, aparte de poder cansar, no encontraría ese detalle que le resta emoción a la comida y supongo que vosotros tampoco. Cada vez me apetece menos hablar minuciosamente de salas, platos o gestos del servicio, de temperaturas o vajillas. Al margen del valor mínimo de la experiencia aislada, aparte de la subjetividad, hay demasiado azar en tan poca muestra, no puedes observar solamente un día y deducir cómo funciona una cocina y una sala de restaurante. Y sin embargo la buena o mala impresión va a ser decisiva para repetir o no, para sugerir ese sitio o desaconsejarlo.
Por eso trato de alejarme todavía más en mis escritos de cualquier parecido con una guía o con la crítica gastronómica. Lo que me gusta es plasmar en letras lo sentido, lo vivido en torno a una afición, en este caso, la comida y el vino. Por eso aquí dejo este retrato con luces y sombras.
Y me atrevo a hacerlo, a remarcar esa cierta frialdad con la que salgo después de comer, porque ha sido rasgo común a diferentes visitas. Sigue sin ser motivo de juicio pero ya me permite concluir que es un estilo con el que me llevo bien pero que no me llena.
Hablamos aquí de un menú con precio más elevado, claro, pero por cantidad y calidad de producto me parece justificable. Ya escribí alguna vez antes que en una mesa de más personas, lo más habitual, si escoges diversas entradas compartidas (así están pensadas) y un plato el precio se contiene.
En fin, vueltas a lo mismo, cada aspecto por separado
es correcto, es algo subjetivo y de conjunto lo que me distancia un poco del local. Un poco, digo, porque a quien me pregunte le diré que es buen sitio para comer (según el estilo que busque), alabaré el género que manejan y le insistiré en la cantidad, para que lo tenga en cuenta.
Pero esta serie sobre Santiago está marcada por un aire pesimista y aquí también hubo esa nota. Da igual si este restaurante no es mi primera opción, da igual si desanimo a alguien con lo que digo -espero que no, que me haga entender, porque no es esa mi intención-, esta casa no merece que un sábado de verano la única mesa que tuviesen fuera la mía, la única tarea para ese pase fuese mi menú. Triste, es triste. Sabéis que no me gustan las aglomeraciones y que ejerzo muchas veces de comensal solitario pero esto era desolador. Allí estaba el trabajo de unas personas y te preguntas para qué... Recuerdo otra vez que ha habido más visitas, que no fue eso lo que generó la sensación algo fría. Lo que me produjo fue coraje, el mismo que siento en otros locales cuando veo buenas intenciones a las que el público ha dado la espalda. ¿Cuál era nuestra sensibilidad real ante la gastronomía? O no pasó de ser un adorno de lujo en época de derroche y ahora... No lo sé, tampoco tengo respuesta para este caso.
En fin, si valoráis sobre todo el protagonismo de un producto principal y si preferís los platos sencillos y abundantes de aquello que os gusta, tened en cuenta este sitio, dadle una oportunidad. Que yo no sepa explicar muchas cosas no tiene que ver con la comida.