domingo, 7 de julio de 2013

III Emoción dos Viños (Tui) y visita a Adega Algueira


He asistido a las tres ediciones celebradas de A emoción dos viños. Gracias al amigo Sibaritastur y a sus contactos fui a la primera y desde ese momento tuve claro que volvería, que aquel era mi sitio. Feria de elaboradores de vino, encuentro de productores que miman su tierra y los frutos que les da, paraíso para los bebedores que buscamos algo más en los vinos, que queremos ver algo en las personas que están detrás, que queremos acercarnos a la raíz. Principalmente -y por imperativo geográfico- cita galaicoportuguesa aunque no excluye a nadie por origen. No conozco otro encuentro con un ambiente parecido; los habrá, pero no los conozco. Simpatía, amistad muchas veces, cooperación, conversación, intercambio; sin atisbo de competencia, de rivalidad, de hacer sombra a nadie. Es algo especial, tiene magia.

Gracias a esas visitas a Tui he conocido a personas excepcionales dentro de este mundillo del vino. He podido probar vinos singulares, ha cambiado mi percepción de algunos y seguramente han contribuido a cambiar mi gusto. Quizá algún día ese influjo de Tui mengüe o pase pero veo lejos ese día, de momento.

Así, un año más el claustro de la catedral ponía el marco noble, solemne, para el encuentro. Esta vez los participantes de fuera de Galicia y Portugal eran más. También éramos más los componentes de esta pequeña expedición asturiana, entregada, ansiosa, dispuesta a probar y a pasarlo bien.

Lo propio es hablar de las nuevas añadas, de los vinos probados, de los elaboradores y sus razones, pero no puedo hacerlo. No puedo porque esta vez mi relación con la feria fue diferente y, aunque muy satisfactoria, afectó a la parte informativa, no probé todo lo que había ni todo lo que quería conocer. Sabía que iría determinada gente a la que quería ver y me dejé llevar por lo que apetece en esos casos: calma. Tiempo para probar los vinos, hablar, contrastar opiniones. Tiempo que no tienes si quieres aprovechar bien la ocasión. Muchos productores, muchos vinos, pocas horas, el tiempo no da para más.

Sólo pude saludar superficialmente a algunos de los que más sigo y tampoco tuve oportunidad de presentarme, de poner cara a otros contactos fruto de estas redes virtuales a los que deseaba conocer al fin. A esto último prometo ponerle remedio la próxima vez. 

Total, que recorrimos con detalle algunas gamas pero fueron pocas, tengo que plantearme otro criterio más pragmático para el futuro. Comentamos los cambios en algunos vinos de X. L. Sebio y probamos varias cosas de las que elabora u orienta. Bebimos los peculiares Algueira, bodega que íbamos a visitar al día siguiente. Probé lo que llevó Xurxo Alba mientras manteníamos una conversación "a saltos". También probé vinos de distintos orígenes mimados por las manos de Dominique Roujou.
  

Nos concentramos especialmente en tres de
los participantes que venían de más lejos: 
Rafa Bernabé, Alfredo Maestro y Samuel Cano. Muy distintos pero con mucho en común, lo que tiene que ver con lo radical de su trabajo, pegado a su tierra, con respeto a la vid/vida de la que consiguen sus vinos, con el afán de que sean una expresión directa y con personalidad específica.

Muchas cosas interesantes, muchas personas con magnetismo, el tiempo dio para lo que dio. Pero lo alargamos. Tui fue también el día anterior, el encuentro y las conversaciones. Fue una comida, de la que hablaré en otro momento. Redes que tejes y que sigues extendiendo después, relaciones, intercambio, aprendizaje. Llamativo que tuviésemos que viajar hasta allí para conocer a otro asturiano que trata de elaborar vino en una zona donde se perdió por completo aunque existió en el pasado. Impagables los detalles sobre Georgia que contó Rafa Bernabé como esencial acabó siendo una frase suya de esa misma noche: "al final, beber y callar". Pues eso, el vino se hace para disfrutarlo. Los análisis, las pruebas, las descripciones son sólo el callejeo enrevesado que nos hará llegar al destino, si nos gusta o no.

Una vez más, muchísimas gracias a todo el mundo que lo hizo posible. A tanto aficionado dándole cuerpo, a todas las personas que trabajaron en el acto, a quienes pusieron la música en vivo, a cuantos llevaron y presentaron sus vinos, y como resumen de todo esto, a las caras visibles de la organización, Antonio Portela y Marina Cruces.

Ya había adelantado que extendimos el viaje, no fue sólo la feria en sí. Al día siguiente, a la vuelta, nos meteríamos en la Ribeira Sacra para procurar empaparnos de ella todo lo que pudiéramos en unas pocas horas. El anfitrión sería Fernando Algueira, todavía fatigado por el trabajo en Tui pero con una paciencia infinita para atendernos.

Fernando es alguien que conoce, respeta y ama la Ribeira Sacra. Y eso lo contagia. Vengo decidido a volver en otro momento -cuidado con la temperatura- con más tiempo para perderme en aquel paisaje y dejar que me hable, tener suficiente intimidad con el mismo.

Fuimos a ver la raíz, donde todo nace, el viñedo. Rápido

porque esperaba una visita, conocimos las dos orillas, la distinta acción del clima, el cambio del paisaje. Vimos lo que significa lo de la "viticultura heroica" en unas pendientes imposibles, donde yo, que tengo problemas de vértigo, ni siquiera pude entrar. Vimos el trabajo previo, el esfuerzo enorme. Y al final eso se viste de modestia y los precios tampoco se disparan. Un ejemplo.

Temporalmente nos mezclamos con la visita del grupo pero recuperamos la conversación con Fernando llena de detalles interesantes. Formas de trabajar, rendimientos, malas prácticas también nos contó, con elegancia, sin acusar a nadie, pero a buen entendedor... Veníamos de ver un viñedo salvaje, vivo, que obliga al viticultor a luchar duro con él para obtener lo que quiere. Veníamos de ver naturaleza sin ataduras aunque también pudimos ver la brutalidad de la maquinaria pesada destrozando suelo y vegetación para buscar el trabajo fácil. No todos los elaboradores son iguales, qué va.

Por eso nos hacía falta sentarnos a hablar y a beber, para completar el relato. La oportunidad de probar sus varietales autóctonos, de que nos explicase lo que da cada uno, cómo le gusta trabajarlos. Sorpresa en algunos vinos con años que se parecen poco a lo que conocíamos de esas mismas uvas. Personalidad.

Nos gustaron, todos encontramos algún vino que podía ser "nuestro vino". Hablamos de muchas cosas, también del día anterior. Hablamos mientras probábamos vinos y mientras comíamos en el restaurante que tiene la bodega

allí mismo. Aunque no fue la comida de unos clientes
comunes me pareció un sitio agradable, que cualquier viajero por la zona puede considerar como parada.

Al final a mí me inoculó la Ribeira Sacra, me quedo con ganas de volver para visitar más cosas, no sólo vino.

Después de dedicarnos unas cuantas horas con paciencia y amabilidad muy grandes nos hicimos con unas botellas (alguna viajará hasta Nueva Zelanda, por ejemplo) y nos pusimos en marcha, había que volver. Cuesta separarse de la magia de Galicia y de su gente del vino, por lo menos a mí me cuesta. Vuelvo con cierta nostalgia, con deseo de volver pronto, de conocer más. Vuelvo pensando que Tui es una cita ineludible, que tiene que estar todos los años en mi agenda. Y que estas visitas a alguna bodega de la zona son parte también de lo mismo, es aprovechar para ver a un amigo de los que participan en todo aquello, cómo no vamos a hacerlo.

Sólo puedo dar las gracias otra vez a todos, nuestros anfitriones, nuestros amigos, nuestra gente, hermanos ya. Volveremos a vernos, pronto.


6 comentarios:

  1. Muy interesante. A ver si algún año se me arregla.

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  2. Lo es, Toni, sin duda. Como presentación y cata de vinos es muy buena pero hay mucho más, es algo especial. Merece la pena.

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  3. Va...................................
    Sin palabras...............
    aún tengo la piel de gallina.
    He tardado en leer este artículo por falta de tiempo, y porque sabía que se me iban a poner los dientes largos. Pero me has llevado aún más allá. Y encima poder ir a Algueira, visita que año tras año se me tuerce, el día que vaya no me sacan de allí ni con agua caliente.
    Sé que algún año podré estar allí, y espero poder disfrutar de tanto conocimiento como allí se transmite.
    Una vez más me quito el sombrero, por hacerme vibrar con la lectura.

    Saludos

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  4. Muchas gracias, Ankabri. Y seguro que me quedo muy corto para transmitir toda la emoción que se vive allí y alrededor. No lo dudes en cuanto tengas ocasión.
    Un saludo.

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  5. Grande Jorge; bebo cada vez más vino de mi tierra y alucino copa tras copa. Las dos últimas botellas de vino que me hicieron vibrar, fueron dos Fincas de esa pedazo de bodega que es Algueira.

    Tocar el cielo, no siempre sale caro.

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  6. Pues sí, María, es una gran bodega. Viñedos vivos, luchadores en un entorno difícil; elaborador que tiene claro lo que quiere y lo busca sin parar; resultados con personalidad. No sé si es el cielo pero a mí me sirve para disfrutar.

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